El desafortunado emplazamiento del inmueble en una delicada posición de la fachada marítima de la ciudad y unido a que éste compite visualmente con la Catedral le ha generado una aversión desmerecida hacia una arquitectura que no carece de valores.
El hotel AC Málaga Palacio se localiza en el borde del casco histórico en la esquina privilegiada de la Calle Molina Lario y Cortina del Muelle. Esta ubicación en esquina definió el proyecto en 1957 como el contexto urbano e histórico. Su autor Juan Jáuregui Briales conecta con la identidad urbana de la ciudad, con sus esquinas redondeadas; como las de Calle Marqués de Larios o el edificio de Daniel Rubio en Calle Sagasta, mediante el énfasis plástico y monumental que en este proyecto pone en la elaboración de la esquina.
El proyecto desarrolla de forma magistral un esquema tripartito. Las dos primeras plantas sirven de gran basamento, definen la línea de fachada del solar y sobre éste se coloca el volumen volado del edificio. Este primer cuerpo es el encargado de establecer un vínculo del hotel con el hecho urbano, con grandes huecos al exterior en una superficie revestida de piedra oscura, colocando en estas dos plantas las estancias comunes.
Sobre el basamento el desarrollo en altura del hotel vuela en todo su perímetro. A partir de éste el volumen se desarrolla en doce plantas y un ático en las que ya se abandona el formalismo del revestimiento pétreo para reivindicar la capacidad plástica de la forma geométrica. Las primeras ocho plantas constituyen el desarrollo central del edificio, sirviendo las últimas cuatro plantas para abordar el concepto de remate de una forma dinámica. La esquina se vacía gracias a la introducción de unas terrazas que contraponen su horizontalidad a la explícita verticalidad de la esquina.
El uso del color enfatiza esta horizontalidad gracias a una composición bicromática aplicando un gris en las bandas de terrazas y el blanco en el plano de fachada en el proyecto original, desaparecido en la última restauración. Dichas terrazas ocupan toda la superficie en el desarrollo central de las ocho plantas, para desaparecer parcialmente en las tres plantas siguientes concentrándose en la esquina, y permitiendo por fin el protagonismo al plano de fachada. La fachada sirve así de fondo de la esquina cilíndrica reforzando por contraste el carácter vertical del edificio. Este efecto de fondo-figura de la fachada-esquina se refuerza en la última planta, donde desaparece la forma cilíndrica de la esquina y es el paño de fachada, ya retranqueado de nuevo al perímetro del solar resaltando aún más su contundencia expresiva.
Sobre el basamento el desarrollo en altura del hotel vuela en todo su perímetro. A partir de éste el volumen se desarrolla en doce plantas y un ático en las que ya se abandona el formalismo del revestimiento pétreo para reivindicar la capacidad plástica de la forma geométrica. Las primeras ocho plantas constituyen el desarrollo central del edificio, sirviendo las últimas cuatro plantas para abordar el concepto de remate de una forma dinámica. La esquina se vacía gracias a la introducción de unas terrazas que contraponen su horizontalidad a la explícita verticalidad de la esquina.
El uso del color enfatiza esta horizontalidad gracias a una composición bicromática aplicando un gris en las bandas de terrazas y el blanco en el plano de fachada en el proyecto original, desaparecido en la última restauración. Dichas terrazas ocupan toda la superficie en el desarrollo central de las ocho plantas, para desaparecer parcialmente en las tres plantas siguientes concentrándose en la esquina, y permitiendo por fin el protagonismo al plano de fachada. La fachada sirve así de fondo de la esquina cilíndrica reforzando por contraste el carácter vertical del edificio. Este efecto de fondo-figura de la fachada-esquina se refuerza en la última planta, donde desaparece la forma cilíndrica de la esquina y es el paño de fachada, ya retranqueado de nuevo al perímetro del solar resaltando aún más su contundencia expresiva.
Para acabar, es de justicia reseñar que Juan Jáuregui seguiría en una línea de compromiso moderno en el Hotel Pez Espada de Torremolinos, que realiza junto con Manuel Muñoz Monasterio a finales de los sesenta, obra más conocida del autor, incluida en el Catálogo del DOCOMOMO Andaluz y protegido a nivel autonómico y considerado una de las joyas de la arquitectura Moderna en Andalucía.
Pues siempre me ha llamado mucho al atención este edifico, aunque no se mucho de arquitectura el juego de volumen, entrantes y salientes ha sido protagonista en muchas de mis fotografías.
ResponderEliminarPero el lugar escogido para su construcción para mi es un delito. No deja indiferente a nadie. Los mismos visitantes de la ciudad no pueden repremir sus comentarios negativos hacia el edificio al verlo competir con la Catedral.